Eran las 12:50 de una fría mañana de noviembre, apenas
faltaban 10 minutos para que llegase la hora a la que los dos habían quedado.
Ella estaba sentada en una mesa al fondo de la cafetería que había más cercana
a su casa. Había estado 3 semanas en el extranjero por trabajo, pero ambos
habían estado en contacto por whatsapp. Tenía una mezcla de ilusión y nervios.
Era la primera vez que lo hacía en su vida, si bien, los dos cafés que se había
tomado no le ayudaban mucho a relajarse. Miraba nerviosa por la ventana,
esperaba verle pronto y que todo ocurriese mientras antes mejor.
Cinco minutos antes de la una apareció él, sus gestos y su rostro reflejaba tranquilidad,
para él era algo habitual. Lo hacía bastante a menudo y esa experiencia le
hacía sentirse seguro de sí mismo y confiado en que todo iría bien.
Ella levantó tímidamente la mano, él rápidamente la
localizó, se acercó con paso firme dejando el casco de motorista apoyado en la
silla. Se saludaron y hablaron un poco de lo caprichoso del tiempo en Madrid para
romper un poco el hielo. En un momento dado, ella sacó el tema del pago, cómo y
cuándo debía hacerlo. Él la tranquilizó, primero vamos a tu casa y, si quedas
satisfecha hablamos de dinero, le dijo.
Así lo hicieron, dejaron la cafetería y recorrieron a pié
los escasos cien metros que les separaban de su casa, mientras más se
acercaban, más se podía percibir los nervios de ella por entrar a su casa y ver
si merecía la pena. Durante esos larguísimos cien metros hablaron de la
preocupación de ella por los vecinos y el ruido, él volvió a tranquilizarla.
Entraron al portal y subieron a pie el tramo de escalera que les separaba del
primer piso, que es donde ella vivía. Él metió la mano en su bolsillo y sacó
algo, eran unas llaves, se las entregó a ella y rápidamente las introdujo en la
cerradura, inspiró fuertemente con los ojos cerrados pensando si habría hecho
bien, si se arrepentiría, si le causaría algún problema… Sus dudas
desaparecieron nada más abrir la puerta y abrir los ojos. Al encender las luces
de su salón vio como la reforma de su casa había quedado más bonita de lo que
ella había imaginado durante esas tres semanas.
Recorrió como una niña cada rincón de su nueva casa, la
cocina, el baño, su dormitorio, le ilusionó ver el nuevo color de las paredes,
la nueva tarima del suelo… Todo estaba perfecto, a su gusto y sin sorpresas
respecto al presupuesto inicial.
El equipo de Honra2 lo había vuelto a hacer.
Ella se abrazó a él, el reformista responsable de hacer
realidad aquel sueño que parecía imposible tres semanas antes.
Él tenía prisa, se despidieron en la puerta agradeciendo
mutuamente el haberse conocido. La puerta se cerró y él bajó rápidamente las
escaleras. Se puso el casco, los guantes y la chaqueta, se subió a la
moto, la arrancó y salió en dirección
M40. Poco a poco fue desapareciendo el ruido de su moto hasta ser solo un
recuerdo. Había quedado a 13:30 en la casa de otra persona para comenzar a
hacer realidad otro sueño.